La importancia del principio contable de prudencia y las provisiones en tiempos convulsos
Todavía no se han despertado las empresas de la pesadilla del coronavirus, cuando la pesadilla de los efectos de una guerra económica con Rusia se cierne sobre nuestras cabezas. Y eso en el mejor de los casos, ya que si la guerra en el campo de batalla se expande a otros países, los efectos sobre la economía global pueden ser devastadores.
Las empresas ya tuvieron que reflejar en sus estados financieros de estos años anteriores, el impacto negativo de la pandemia y ahora muchas estarán pensando en cómo les puede afectar el conflicto ocasionado por la guerra entre Rusia y Ucrania y la inflación galopante, abanderada por una salvaje subida de la electricidad y del combustible que encarece los costes del transporte.
El principio de prudencia debe aplicarse dentro de las medidas de protección que adopte la empresa para protegerse ante la incertidumbre. Sin embargo, la realidad actual de las empresas en un entorno tan convulso como el actual, supone que hablar de incertidumbre quede hasta ridículo, ya que una empresa solvente puede acabar en la ruina en pocos meses por el impacto de riesgos geopolíticos globales o sanitarios.
¿Qué dice el principio de prudencia?
El principio de prudencia dice que se deberá ser prudente en las estimaciones y valoraciones a realizar en condiciones de incertidumbre. La prudencia no justifica que la valoración de los elementos patrimoniales no responda a la imagen fiel que deben reflejar las cuentas anuales.
Asimismo, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 38 bis del Código de Comercio, únicamente se contabilizarán los beneficios obtenidos hasta la fecha de cierre del ejercicio. Por el contrario, se deberán tener en cuenta todos los riesgos, con origen en el ejercicio o en otro anterior, tan pronto sean conocidos, incluso si sólo se conocieran entre la fecha de cierre de las cuentas anuales y la fecha en que éstas se formulen. En tales casos se dará cumplida información en la memoria, sin perjuicio de su reflejo, cuando se haya generado un pasivo y un gasto, en otros documentos integrantes de las cuentas anuales. Excepcionalmente, si los riesgos se conocieran entre la formulación y antes de la aprobación de las cuentas anuales y afectaran de forma muy significativa a la imagen fiel, las cuentas anuales deberán ser reformuladas.
Deberán tenerse en cuenta las amortizaciones y correcciones de valor por deterioro de los activos, tanto si el ejercicio se salda con beneficio como con pérdida.
Según el principio de prudencia no se deben registrar ingresos futuros que no se hayan materializado, ni tampoco los gastos que no han ocurrido, pero sí el impacto de los riesgos tan pronto sean conocidos.
El problema es que en el entorno actual, muchas empresas tienen más riesgos conocidos que certezas.
Por lo tanto, en virtud de la aplicación del principio de prudencia, las empresas deberán reflejar en sus estados financieros cualquier riesgo derivado de las consecuencias de esta guerra económica.
Reconocimiento y valoración de provisiones
En esta situación conviene recordar el tratamiento de las provisiones de las que pueden hacer uso las empresas.
En la norma de registro y valoración 15ª del Plan General Contable se recogen las provisiones y contingencias y se especifica que la empresa reconocerá como provisiones los pasivos que, cumpliendo la definición y los criterios de registro o reconocimiento contable contenidos en el Marco Conceptual de la Contabilidad, resulten indeterminados respecto a su importe o a la fecha en que se cancelarán. Las provisiones pueden venir determinadas por una disposición legal, contractual o por una obligación implícita o tácita. En este último caso, su nacimiento se sitúa en la expectativa válida creada por la empresa frente a terceros de asunción de una obligación por parte de aquélla.
En la memoria de las cuentas anuales se deberá informar sobre las contingencias que tenga la empresa relacionadas con obligaciones distintas a las mencionadas en el párrafo anterior.
En relación a su valoración, de acuerdo con la información disponible en cada momento, las provisiones se valorarán en la fecha de cierre del ejercicio, por el valor actual de la mejor estimación posible del importe necesario para cancelar o transferir a un tercero la obligación, registrándose los ajustes que surjan por la actualización de la provisión como un gasto financiero conforme se vayan devengando.
Toda provisión que se dote debe responder a una obligación actual derivada de un suceso pasado, cuya cancelación sea probable que origine una salida de recursos y su importe pueda medirse con fiabilidad.
Pero no se trata solo del posible reflejo en la cuenta de resultados o en la memoria de la empresa de los efectos de guerra económica, muchas empresas deberán empezar a tomar medidas cuanto antes para sobrellevar una situación convulsa que puede impactar de forma muy negativa en sus cuentas de resultados.
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José Ramón Fernández de la Cigoña Fraga
Colaborador del CEF.-